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PARAJE DE TARRARRA En Tarrarra nos encontramos con una gran presa con un extraño cubo embutido que serviría para el “barquín” o “batán” (donde se teñían los paños) que hubo en un primer momento en esa zona. De hecho aún se pueda observar alguna de las pilas incrustadas en las rocas, donde se teñían esos tejidos. El molino de Tarrarra tenía una piedra y a unos 50 metros de él se observan las ruinas de otros dos molinos más. La última vez que las piedras molieron trigo fue cuando Hermenegildo se empeño en poner una segunda piedra al molino para moler todos los días del año. Una coplilla torriqueña cuenta la muerte del “bravo” Hermenegildo: “El molino de Tarrarra no muele trigo, que muele las tripas de Hermenegildo”. Este molino de Tarrarra también se conocía con el nombre de “el molino del Mozo”. En el mismo lugar (Tarrarra) se encuentra el abrevadero más antiguo del pueblo, construido por manos vettónicas y denominado “El Pilar”. Tiene forma de L; pues aprovecha el curso del manantial para que el ganado pueda acceder sin ningún peligro.

PARAJE DEL PILÓN Los romanos se asentaron en la zona del Pilón. Allí establecieron sus casas, calles, plazas, y demás infraestructuras; entre ellas el Pilón. En este caso el abrevadero del Pilón es distinto al del Pilar; el caño del agua vierte en un recipiente circular y de ahí a uno rectangular, mejor elaborado que el de Tarrarra. A pocos metros de este abrevadero se encuentra “la madre del pilón”; un aljibe de ladrillo y piedra que abastece el Pilón a través de un conducto de ladrillo rojizo. En las paredes de este Pilón se podían observar anteriormente inscripciones latinas. Se han encontrado varios restos de cerámica romana y muchos fragmentos de tejas y otros materiales de la población hispano-romana que existió allí.

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IGLESIA PARROQUIAL DE SAN GIL ABAD La Iglesia de El Torrico está bajo la advocación de San Gil Abad. En un principio estaría bajo la advocación de Santa María, como lo estaban todas las iglesias y catedrales existentes. Será ya en plena Edad Madia cuando las Iglesias comienzan a estar bajo la advocación de un santo protector. La Iglesia comenzó a construirse bajo el estilo Románico tardío, siglo XII aproximadamente. De esta época es la torre y el ábside, así como la pila bautismal y otras manifestaciones artísticas que se encuentran en el exterior del templo. La ampliación de la iglesia se hace con las naves laterales, es decir, con el ensanchamiento de la nave central y la apertura de las dos puertas de la Iglesia, la norte y la sur. Esta ampliación es de factura mudéjar, así como el artesonado que se conserva en el Presbiterio y en la tribuna (coro). La última ampliación se realiza en pleno Barroco, siglo XVII, con la construcción del último cuerpo de la torre, donde se ubican las campanas. Quedan muy pocas tallas antiguas, pues la mayoría de ellas fueron quemadas en plena Guerra Civil Española. De las que se conservan, cabe destacar la del resucitado, actualmente restaurada, y la de San Sebastián. También otras como la de la patrona Santa Ana, posiblemente la más antigua de todas (siglo XIV), la de San Gil y la de San Ramón Nonato. En el interior de la Iglesia, el muro del presbiterio en su parte alta y junto a la techumbre del ochavo de madera, se conservan restos de pintura mural en dos capas diferenciadas. La inferior imita sillares del siglo XVI, y la superior, representa a dos ángeles en la cabecera abriendo un amplio cortinaje, que sería el que cobijara el retablo (también destruido en la guerra). El artesonado es una armadura cubierta con decoración geométrica de tradición mudéjar. Su fecha de construcción podría situarse entre los siglos XIV y XV.

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ROLLO-PICOTA La presencia del rollo-picota da testimonio de villazgo a El Torrico. En le antiguo Arciprestazgo de Oropesa cuatro fueron los rollos que presumieron de Villazgo: el de Oropesa, La Puebla de Naciados, Calaverilla (Talavera la Vieja), y El Torrico. Al desaparecer el rollo de Oropesa, el más antiguo de la provincia de Toledo es el de El Torrico. Este rollo es un ejemplar de principios del siglo XV, aunque podría corresponderse con la mitad del siglo XIV. Está formado por una basa (escaleras), un fuste (la columna), y un capitel (el remate). De esta forma podríamos decir que guarda una gran semejanza con las columnas del mundo griego y romano. El fuste está realizado a base de tambores de piedra berroqueña, que estilizan el monumento. El capitel está coronado por cuatro cabezas, las cuales tres son de león, y una humana; algo inusual y sin explicación por el momento; aunque posiblemente indicaran los cuatro puntos cardinales. Los rollos levantados en las plazas o en otros lugares de la villa tuvieron mucha importancia, sobre todo en época de los Reyes Católicos, que pretendían la unidad territorial de su reino. Solían servir para exponer a vergüenza pública al reo, para exponer sus miembros amputados o para ajusticiarlo a vista de todos; sirviendo de escarmiento. A comienzos del siglo XIX, las Cortes de Cádiz, abolieron la mayoría de estos rollos de justicia, que por aquel entonces no eran más que meros adornos de las Villas, sin función ninguna. Esto hizo que muchos de estos monumentos de amenazador aspecto desaparecieran del panorama español.

EL AYUNTAMIENTO El edificio que cobija el actual ayuntamiento es una construcción de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Se edificaría en tiempos del segundo conde de Oropesa como lo atestigua un dintel de piedra que se conserva en la fachada principal del mismo. Este dintel es polilobulado, de estilo gótico tardío y tiene grabados los escudos de los señores de El Torrico, don Francisco Álvarez de Toledo y doña María Figueroa. El antiguo ayuntamiento desapareció, y es probable que el actual, construido a finales del siglo XV, se levantara sobre los cimientos de él. El ayuntamiento actual, hay que decir que se trata de una construcción sólida y porticada por robustos sillares de piedra, de los cuales algunos son reutilizados de otras construcciones más antiguas. El pórtico está formado por tres arcos de medio punto que descargan su peso en fuertes pilares acordes a una especie de basamento, también realizado con sillares. Los ángulos del edificio están reforzados por sillares de piedra muy bien trabajados que recorren las dos plantas del edificio. El ladrillo enmarca los vanos y la mampostería que cubre el edificio; hoy encalada y pintada. De la fachada sobresale el ático donde se pueden apreciar vanos circulares que se corresponden con una construcción más tardía, posiblemente una remodelación del siglo XVIII o del siglo XIX. En la parte inferior aún se conserva el antiguo calabozo que sirvió en siglos anteriores de cárcel pública. Al Ayuntamiento también se le llamó Residencia o Concejo. Se conserva un “Libro de Ordenanzas de El Torrico” y algunas de estas ordenanzas son las siguientes: ORDEN PRIMERA: Ordenaron y tuvieron por bien que según costumbre de los tiempos pasados que cualquier que labrase por pan en término y tierra desde dicho lugar con un par de bueyes que alza de tres días arriba, que pague ocho fanegas de trigo a los señores del Alijar, y si con más pares labrase que pague a este respecto, e si por ventura al tiempo del alzar alguno quisiere tomar algún novillo, que pueda labrar con él al alzar quince días e que por este que no pague más de por un par alijar, ni herrería, e si por ventura más alzare de quince días con el alzar, que paguen el alijar y la herrería. Otro sí que cada labrador que labrare por pan que pague al alcaide una manta de paja de cada par de bueyes con que labrare cada año por agosto. Otro sí que cualquier vecino o vecina moradores deste lugar que tuviere bestia que eche al alcalde del castillo una carga de leña por la Pascua de Navidad e otra por la Pascua Florida, esto en cada un año, e si un año echare que pague por ella dos maravedíes al alcaide.

ACEÑAS DEL CONDE El Torrico se convierte en “Villa” un 23 de marzo de 1447, pasando a formar parte del Condado de Oropesa. Ya en esa fecha existían las llamadas Aceñas del Conde, aunque no tendría las dimensiones actuales. Las Aceñas del Conde son un complejo cuyo origen debió ser una aceña tal y como demuestran los tajamares y sobre todo, los cuerpos de aceña existentes al final de la bóveda del molino, siendo este el resultado de diversas reconstrucciones que lo convirtieron en el característico molino de regolfo. Las aceñas jugaban un papel muy importante dentro de la Hacienda Condal. Este complejo molinero sufría las grandes crecidas del Tajo y en muchas ocasiones tenían que parar sus ruedas debido a múltiples inundaciones que causaban estragos en las arcas del conde. El mantenimiento de ellas se hace costoso y los arrendatarios no están dispuestos a que la renta de esos molinos sea inferior al mantenimiento de las mismas. Las aceñas pertenecían al conde y éste las cedía en renta a gente del condado (Valdeverdeja, Puente del Arzobispo, El Torrico...). Éstos, cada vez que se aguaban las aceñas daban parte a la Contaduría del Conde para que los días que estuvieran sin funcionar se tuvieran presentes y de esta forma se pudieran rebajar las rentas correspondientes. El 8 de noviembre de 1745, Alonso Ramiro y demás arrendadores denuncian la inundación de las aceñas ante la Contaduría del Conde. Una vez informada esta Contaduría, manda al Alguacil de ella, Manuel García Vicario, a revisar los desperfectos. Éste hace la revisión y posteriormente hace juramento de que el día 18 de noviembre cuando se acercó a las aceñas, éstas estaban todas aguadas, y que al volver el día 23 de diciembre reconoció y vio que dos piedras de las aceñas estaban ya “corrientes y molientes”, y que otra todavía no molía. También en ese juramento declaró lo que el mozo de las aceñas le dijo: “desde el lunes día 20 de diciembre las piedras echaron a moler”. Para estar seguro de tal afirmación, el Alguacil preguntó a un pastor que había por el lugar y este le declaró que las piedras llevaban moliendo ocho días. Estos interrogatorios eran comunes en la época, pues había muchos engaños en cuanto a las rentas. Este tipo de documentos nos permite observar las precipitaciones que fueron sucediéndose en la comarca, y con ello en El Torrico, a lo largo de ese siglo XVIII.

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EL LAGAR El lagar es un molino de aceite situado a las afueras del pueblo, junto a las antiguas Eras de la Viñuela. Representaba parte de la actividad industrial del pueblo junto a otros molinos hidráulicos situados en el arroyo Pilón y en Tarrarra. Este lagar consta de un gran corral con una única nave en la que se localizan las distintas estructuras y maquinaria existente en este tipo de molinos. El rulo es el característico de tracción animal y la prensa es de hierro de tipo mecánico. Su entrada está dintelada por una losa de granito de grandes proporciones, donde está grabada una fecha que se corresponde con el año 1847. No es el año de su construcción pues este molino de aceite ya existía en el 1750, como está reflejado en el catastro del marqués de la Ensenada. Es posible que la fecha de 1847 se identifique con un cambio de propietario o con una remodelación del edificio. Su último propietario (siglo XX) ha sido Julián Barroso, y así es como se conoce a este viejo molino, como el Lagar de Julián Barroso. En la actualidad sus familiares y herederos lo han vendido a Felicitas Fraile, vecina de esta villa y gran defensora del patrimonio torriqueño, que quiere transformarlo en museo y darlo a conocer. Como dicen los vecinos y paisanos de esta familia que lo ha adquirido: “el lagar está a buen recaudo con ellos”. En el Catastro del Marqués de la Ensenada figura este molino aceitero como propiedad de José Moreno, de 44 años de edad, casado con Ysabel Rosado, de 50 años de edad. Se habla también de los criados que trabajaban para el y que eran: Agustín Serrano (25 años); Juan Flores (17años); Juan Jiménez (15 años); Pedro Sánchez (17 años) y Agustín León (22 años). Del molino de aceite le correspondía las dos terceras partes. La descripción que nos ofrece el catastro es la siguiente: “tiene dos terceras partes de un molino de aceite situado en la Viñuela, con su viga y piedra, que muele veinte días al año regulado por quinquenios. Limita al norte con la casa de Alonso Muñoz, al levante con la calle que baja de las eras, y por le sur y poniente con el herrenal de Francisco Moreno del Corral”. También habla de las ganancias de este molino que eran de 160 reales al año. El otro propietario de este molino se llamaba Miguel Ramos, era soltero y tenía 25 años de edad en esta época. En esta descripción que nos da el marques de la Ensenada sobre el lagar aparece más información que conviene unir a la anterior. Nos sigue indicando que está situado en las eras de la Viñuela, y nos informa que tiene todos sus pertrechos y corral para poner la leña. Limita al norte con la casa de Alonso Muñoz, al levante con las eras de la Viñuela, y al sur y al poniente con el herrenal de Francisco Moreno del Corral, vecino que era de la villa de El Torrico.

EL CAÑO Su estructura es semejante a la del El Pilón; aunque de menores proporciones. Ambos se convirtieron en los más transitados por el ganado, al situarse uno (el Pilón) próximo a las tierras alijariegas, y otro (el Caño) en el propio Camino Real. Este enclave privilegiado ha permitido abastecer a mucho ganado trashumante, en su peregrinar por estas Cañadas Reales. No sólo el ganado ovino, caprino y caballar han repostado en “El Caño”, también lo ha hecho el ganado vacuno en determinados momentos del año. Hasta el siglo pasado podría verse la estampa de El Caño abasteciendo a las vacas de Ávila, en su marcha hacia un mejor clima y frondosos pastos. El Caño se alimenta del manantial que abastece a la fuente de la Serrana, situada a pocos metros de él, en el lado oeste del pueblo. Podemos datar a este abrevadero de finales del siglo XIV y principios del siglo XV, en plena repoblación abulense. La forma de tratar la piedra berroqueña es mucho más cuidada que en los otros dos, que resulta más tosca. Este Caño torriqueño es muy semejante a otros muchos que existen en la provincia e incluso en el Campo del Arañuelo. El Caño no sólo abasteció animales, sino también a habitantes del pueblo; que desde muy antiguo llenaban las aguaderas de los burros.

FUENTES Las fuentes o pozos más antiguos son los de Malavado. Estos están situados en el camino del mismo nombre al sur del pueblo. La construcción es algo peculiar, se trata de dos pozos realizados en piedra y en forma de arco de medio punto. Su construcción es muy parecida a los desagües o cloacas romanas. Presentan una tipología semejante a uno de los desagües de la red romana toledana que puede verse junto a la puerta de Bab Al-Mardum o puerta del Cristo de la Luz. Con seguridad se tratan de dos fuentes romanas que estaban contiguas a un camino romano que se adentraba en tierras torriqueñas y que podría llega hasta ese pequeño núcleo hispano romano ubicado en el Pilón, o incluso hasta la población vecina de Caleruela, donde se han encontrado restos de una necrópolis ibero-celta-romana. La costumbre popular nos dice que en la antigüedad se creía que esta agua era medicinal, pues calmaba la sed con muy poca cantidad e incluso algunos dolores. Aunque en lo que si coinciden los vecinos, es en la mala cocción de esta agua para las legumbres; en especial de los garbanzos, famosos en esta localidad por ser duros y “chicos” (pequeños). Otra fuente importante es la de la Serrana, al sur del pueblo. Esta fuente fue muy transitada por la mujeres para lavar la ropa, pues al contrario de las fuentes de Malavado, dejaban la ropa en muy buen estado; al tratarse de un agua más fina. En torno a la Serrana existen numerosas pilas de granito que son testigos inconfundibles de esas lavanderas de antaño. Pilas donde el picapedrero ha dejado su marca, decorándolas con figuras geométricas.

 

Rubén Rufo Ávila

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